Federer = Humano

Si bien es cierto que en sus épocas como juvenil, Roger Federer era un jugador que se enojaba rápido, tiraba la raqueta, pateaba pelotitas y enseguida se iba del partido cuando algo empezaba a irle mal. En su debut profesional (1998) y de la mano de su entrenador, Peter Lindgren, y de un psicólogo deportivo comenzó a lograr un cambio rotundo, a controlar su ira y cambió sus actitudes que pasaron de ser las de un niño irascible a formarse como un caballero de las canchas.
El nacido en Basilea, a los 14 años, tuvo que tomar una decisión difícil en su vida y sin dudas eligió la mejor; se tenía que inclinar por el tenis, el fútbol o el hockey sobre hielo y en todas se destacaba y eran de su encanto. Con un carácter insoportable, se incorporó a la Federación Suiza de Tenis, donde lo domesticaron más y mantuvo un exigente plan de entrenamiento. Su primer título como profesional lo consiguió en 2001 cuando se adjudico el torneo de Milán y ahí ya se vio un Roger más tranquilo, calmado y mucho más sereno, de poco gestos luego de cada punto.

A partir del gran ascenso (2004) los medios mundiales comenzaron a elogiarlo y a decir, entre muchas cosas, que era el sucesor de Pete Sampras, que era un señor con mucho respeto dentro y fuera de las canchas. Ni hablar cuando los años pasaron y nadie podía hacerle fuerzas en la cima del ranking o dudar de que no vuelva a obtener el título en Wimbledon; Roddick, Hewitt, Ferrero y ¿porqué no? Guillermo Coria, eran los jugadores que estaban atrás y muy lejos del nivel del suizo. En esos momentos, todos los periódicos jugaban con la metáfora de un ser que no era humano sino un extraterrestre, alguien con una habilidad de otro planeta, frío y de pocos sentimientos. “En cualquier caso podría aceptarle que es infrahumano, pero la diferencia carece de importancia. Lo cierto es que humano no es. De ninguna manera”, publicaba en 2007 el periodista Guillermo Piro en la web de ESPN.
Las respuestas a todas esas frases, fábulas o como quieran llamarlas se terminaron resolviendo solas cuando apareció en la elite del tenis mundial el español Rafael Nadal, seguido por Novak Djokovic y Andy Murray. Estos tres jugadores fueron los que exigieron al máximo al suizo, que fue demostrando que no era ningún hombre de otro mundo, sino simplemente un ser humano como cualquiera de nosotros. El año pasado fue el más relevante, en cuanto a la demostración de sentimientos para Roger. Lo que primero llamo la atención de todos se dio en el Abierto de Australia cuando perdió una final agónica frente a Nadal. Luego, en la entrega de premios, se conmovió y no pudo esconder sus lágrimas que por primera vez caían en público. “Quizás lo intente después, esto me esta matando”, fueron unas de las pocas palabras que dijo. Unos meses más tarde, en el Master de Miami, volvió a sorprender cuando en un partido en el cual todo le salió mal y tras fallar una derecha fácil azotó su raqueta contra el piso; la destrozó.
La vida familiar, su fundación y el amor que tiene con su esposa Mirka, permitieron hacer público y mostrarle a sus fans que además de ser un gran tenista es una persona con valores y afectos muy marcados. Tras el nacimiento de sus mellizas dijo: “Hay una cosa que he descubierto de mí. Que puedo querer a mis hijas como a nada más en este mundo”. Esto deja claramente reflejado que el cambio que logró en los últimos años lo favorece para terminar con ese tipo de especulaciones, de aquel jugador que no se emocionaba al ganar un título (lo hizo tras triunfar en Roland Garros), ese hombre serio de poca expresión. Demostró que una persona que no hace públicos sus sentimientos no quiere decir que no los tenga.
“Espero que vuelva pronto, tiene un gran tenis, jugó un gran tenis en el final del año con el US Open y el Masters de Londres. Deseo que esté de regreso pronto. No hay que especular, se recuperará exitosamente". Las palabras que dijo sobre Juan Martín Del Potro tras su reciente operación de muñeca. Ahora también opta por expresar ante todos algunos deseos hacia sus compañeros.